sábado, 4 de junio de 2011

Continuación del capítulo dos;

Una tarde de invierno recordada años después.

Esta fue  una de las tardes que recordaba quizás con mas cariño; con uno especial a las demás. Porque las recordaba todas, y aún las recuerdo, permanecerá  en alto esa promesa. Eran promesas largas, de frío, de calor, de una historia interminable y translúcida. Eran promesas que no se cumplirian, pero que siempre serían algo. Y ese siempre, se acabó.

Recorrí el salón con la mirada, parándome en pequeños tramos, observando sus gestos, notando como se tensaba de vez en cuando, y al poco tiempo, se relajaba.
Mi respiración iba al compás de la suya.
Me senté en el sofá y encendí la televisión, películas antiguas. Subí el volumen, demasiado silencio. No me gustaba.
El decidió no romperlo, pero yo sí.
- ¿Hacemos algo hoy? -le sonreí-
El levantó la mirada, despacio, parecía cansado, pero preferí no preguntar más. Quizás me pasé al llamarle cobarde, quizás le había costado más de lo que pensaba venir a decirme aquello.
Hasta hace poco no me había dado cuenta de que le echaba de menos.
- Lo que tu quieras -me devolvió la sonrisa, aunque era débil-
- ¿Lo que yo quiera? -fruncí los labios-
Sonrió una vez mas a modo de repuesta.
- Pues vámonos, lejos. -aclaré-
Me miró a los ojos, a unos cuantos metros de distancia, que ahora me parecían cercanos. Me levanté, con ganas de marcharme ya. Cogí las llaves del coche y se las entregué -Conduces tú. Sonreí con ganas, y me puse el abrigo, mientras el se recolocaba una chaqueta.

Salí por la puerta de atras, subiendo las escaleras y luego volviéndolas a bajar. Oí su risa a mi espalda, y me tranquilicé.
Recorríamos el suelo, yo arrastrando los pies, y el andando deprisa, pisaba algunas ojas que quedaban a nuestro paso, hasta que llegamos al coche. Entramos, pero nos quedamos en silencio un rato, sin arrancar.

- ¿A donde voy? -me miró mientras encendía la calefacción-
- A un sitio que te guste -me encogí de hombros- pero que esté lejos.

Se quedó pensando, y luego arrancó el coche.

Condució durante una hora, sin parar, a veces me lanzaba miradas de reojo mientras hablábamos, o le miraba yo. Bajé la ventanilla y me asomé por ella. Ya sabía a donde me llevaba.

Aparcó en un mal sitio, pero no me importó, por aquí no había nadie. Subimos un par de cuestas, y llegamos a lo alto del acantilado.
Se veía todo y más, recorrí con la mirada todo el mar, como cuando era mas pequeña.
Sonreí y le miré.
 Se acercó un poco a mí, con los ojos entrecerrados, y se sentó en el suelo, haciendo que los pies quedasen espuestos al vacío.
Mi lugar, el que me gustaba, estaba aquí, un año después supe que no volvería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario