martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo 2;

Una  noche de invierno, y a continuación, se hace el sol.

Sin saber por qué, o al menos, sin querer saberlo.
Cuando se fue me sentí .. no se, incompleta. Siempre, desde hace un par de años, cuando las cosas empezaron a cambiar, me había gustado estar sola en esta misma casa, era demasiado grande para solo una persona, eso era lo que me gustaba.
Mi madre, cuando estaba, siempre me lo decía.
"Cariño, esta casa es perfecta para dos personas. No hace falta nadie mas."
Sonreía siempre ante ese comentario.
Y cuando ella se fue, fue cuando empecé a distanciarme de todo.
Al principio me decían que era lo normal, hasta que empecé a coger esa costumbre.
Mi padre se vino un tiempo a vivir conmigo, hasta que se tuvo que ir por unos "negocios", cuando tuve edad de quedarme sola sin hacer nada peligroso, se largó.
El único que siempre ha permanecido a mi lado a sido Adam.
Y yo se lo agradecí ignorándole, después de todo.
Me levanté y fui hasta la ventana, eran las cuatro de la mañana, apenas podía distinguir las figuras, y si las distinguía era gracias a la luna. Me quedé mirándola, y al respirar manchaba la ventana con mi aliento. Jugué a quitarlo poco a poco con los dedos, dejando su huella., jugando a poner más, a volver a quitarlo.
Giré hacia mi derecha, y encendí la radio. No reconocí la canción, no la había escuchado. Era triste. Me gustó. Me pareció una de esas canciones que pones cuando haces un viaje largo en el coche, mientras llueve, o está oscureciendo, y te apoyas en la parte de atrás. Escuchando su letra.
Luego, la apagué.
Me apoyé en el marco, mientras el silencio hacía que la casa me pareciese aún más vacía, de vez en cuando pasaba algún coche por la calle, con las luces encendidas, e iluminaba un poco todo. Esas eran mis noches en vela. Y la verdad, me gustaban.
Las cinco.
La llamada en la puerta.
Bajé despacio, con cuidado para no caerme por las escaleras debido a la oscuridad que se presenciaba. Cogí la manta del sofá, y me arropé con ella. Andé despacio hacia la puerta, distinguiendo su perfil a través de los cristales.

Me quedé un rato apoyada en la puerta, con las manos pegadas al cristal, viendo como pasaba frío antes de abrirle.
- Hola
No dijo nada, y entonces continué.
- Es muy pronto aún. -otra vez había fallado, tenía que mostrarme más amable con el-
- Lo se, pero quiero que vengas conmigo.
Me quedé callada durante un rato.
- ¿A dónde?
- A fuera.

Sin decir nada más me cogió del brazo, y me sacó al jardín. Sus ojos brillaban en la oscuridad. Me apretaba con fuerza, casi me hacía daño, pero no llegaba ha hacerlo.
Miré su mano, aferrada a mi brazo. Tenía los nudillos blancos.
Sentí angustia.
- ¿Ocurre algo? -le pregunté, en apenas un hilo de voz-
Entonces dejó de estar tan tenso, relajó los músculos, y me soltó. Seguía mirándome, pero negó con la cabeza.
Yo no apartaba mi vista de el.
Sonrió y la piel de al rededor de sus ojos se le tensó,  yo aparté la mirada. Sentí como los ojos se me nublaban, pero conseguí ver con normalidad, reprimiendo las lágrimas y parpadeando seguidamente para quitármelas de encima.
Cuando volví a mi misma, pude hablar.

- ¿Por qué me has sacado?
Miró hacia la puerta, al suelo, al jardín, a mi ventana. Pero no a mí.
Cobarde -pensé-

Me dí media vuelta, con la intención de volver a entrar en casa, pero me frenó.
Giré, sin poder evitar una sonrisa cruel en la cara.

- ¿Qué? -le miré a los ojos, los volvió a desviar- Eres un cobarde, ¿lo sabes?  -fruncí el ceño, Seguía sin mirarme. Parecía concentrado en el suelo, como si la tierra contuviese las palabras que quería decirme.-

Empezaba a tener frío, a perder la paciencia.

- Solo quería decirte que te quiero. -lo soltó deprisa, sin atropellos, poniendo sus ojos sobre los mios, sin tensarse, tan facilmente, que no me lo creí-

No quise captar el significado de sus palabras. Pero lo hice.

- Yo también a tí -le sonreí, satisfecha de poder volver a casa- ¿Vienes?
El estaba serio, pero suspiró y me siguió, sentí algo. Algo que para mí no era bueno.

Ya era temprano, lo suficiente como para prepararle el desayuno, y no tener que volver a intentar dormirme, todo era peor por la noche.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 1;

Esa misma tarde, de un invierno anterior.

Giré sobre mi misma, dándole la espalda. Necesitaba tomarme un momento. La mañana había pasado despacio, y el reloj me lo recordaba con rapidez, habíamos estado en silencio casi todo el tiempo, de vez en cuando coincidíamos al mirarnos, aguantábamos unos pocos segundos, el sonreía, y yo apartaba la mirada.
Menos esta vez.
Me quedé mirándole, sus mechones castaños le caían por encima de las mejillas, tenía el pelo agitado. Me quedé quieta, estudiándole, hasta que mi mirada le atravesó mientras pensaba en mis cosas, y no le vi.

 Me miraba serio, sus ojos marrones recorrían mi rostro, pero no me había dado cuenta.

- ¿En que piensas?
Giré la cabeza, pensando en que responderle.
Y tardé en hacerlo.

- No pensaba en nada. -mentí-

Asintió con la cabeza y miró al ventanal, asumiendo mi mentira con una sonrisa.

Al poco tiempo miré el reloj, y volví a mirarle. Recordé como antes habíamos sido tan amigos, como nos habíamos conocido, como nos habíamos ayudado. Y ahora.. ¿que? yo apenas quería hablar, y el se esforzaba todo el rato en darme conversación, en recuperarme, en cierto modo.
Me sentía mal.
Y en ese segundo, sentí ganas de abrazarle, lo añoré, por muy cerca de mi que estuviese.
Me giré de nuevo, de forma que pudiese verle bien. Y a la vez, de esquivarle.

- As cambiado -murmuré lo suficiente mente alto para que pudiese oírlo-

Frunció el ceño.
- No, bueno, lo suficiente. La que ha cambiado eres tu.
- En algún momento tenía que madurar -repliqué-
- Madurar no significa que tengas que dejar lo que te gusta aparte. -bajó la mirada al decir aquello, quizás no se atrevía a mirarme a la cara-

Sabía que tenía razón, pero no podía decirlo en voz alta ahora, eso solo haría que la verdad se hiciese mas fuerte.
Moví la cabeza a los lados, para librarme de los mechones oscuros que me caían en la cara, y así no tener que mirarle a través de ellos.

Pensé en lo que me acababa de decir, y sonreí por ello. En verdad, el no había cambiado.
Sonrió, y levanté la mirada.

- La que he cambiado he sido yo, sí. -recalqué-
- No lo decía como algo malo.. solo
- Lo se, yo tampoco lo decía como algo malo. -le interrumpí-

Me sonrío. Y luego yo a el. Era la primera vez que nos hablábamos así, o mas  bien, de que yo le hablaba así, desde hace mucho tiempo. Una eternidad para mí, casi.

Se levantó despacio, y se arrimó al sofá, sentándose en el. Me aparté para dejarle sitio, pero me sujetó para que no me moviese. Se sentó tan solo en el borde, y empezó a acariciarme el pelo, mientras encendía la televisión. Al notar el calor de su mano, me dí cuenta de que tenía frío.
Me estremecí por el cambio de temperatura, y el se levantó cogiendo la manta, y estirándola encima mía. Me quedé mirando la televisión hasta que se sentó.
-Gracias -musité-
Casi había olvidado lo mucho que le quería. Lo mucho que me esforzaba por no pensar en ello, para olvidarlo, y al conseguirlo, querer recordarlo.
Aunque yo no le quería de la forma correcta, de la forma normal. Para mí era como un familiar, un hermano, alguien con quien antes podía contar para lo que quisiese. Encambio, poco a poco fuí perdiendo la confíandza, sin ningún motivo.

Y entonces el, me sacó de mi mente;
- Vamos fuera. -estaba serio, de repente-
- Tengo  que cambiarme -me levanté-
- No hace falta, es al jardín, no creo que te vea nadie
Hice una pequeña mueca, mientras el se levantaba y se ponía las manos en la nuca, estirándose. Ese gesto era suyo, siempre lo hacía, en casi todos los recuerdos que tengo ahora de el.
Cogió un abrigo, solo uno, y me lo entregó.
Sonreí a modo de agradecimiento, me lo puse, y abrí la puerta.

Cuando estuvimos fuera hizo que me sentase, el suelo estaba frío.
-Bien -dijo-  Ahora quiero que mires lo que no puedes ver, cierra los ojos y escucha, tan solo escucha.
Y yo hize lo que me pidió.
Al cabo de un rato, sin comprender lo que quería empezé e hacer muecas.
El se rió.
Yo me lo imaginé, con su sonrisa. Con sus manos enlazadas en su nuca.
Y entonces, sonreí yo.

Ví cosas que no podía ver.

Abrí los ojos, y le miré sin dejar de sonreir. Todo estaba como antes.
Como al principio, como cuando todo me parecía facil.

 - Te echaba de menos -dijo-
- Siempre he estado aquí -no le comprendí-
-negó con la cabeza-
- No así -respondió al fin-

Sonreí y alcé mi cabeza un poco, dejando que el viento me azotase en la cara.

martes, 24 de mayo de 2011

Comienzo.

 Un día cualquiera de un verano inexistente.
Me quedé quieta, observando lo que pasaba a mi alrededor, mirando cosas que no podía llegar a ver, escuchando, tan solo escuchando.
Me llegaba un sonido, y en mi cabeza se formaba una imagen que podía haberlo creado. Un dibujo, y tras el, una sonrisa. Abrí los ojos, y la realidad descendió brúscamente.

 Día 18, invierno del año anterior.
Me levanté del colchón que tenía colocado en el suelo, la luz ya me había alcanzado. Crucé mi habitación sin ganas, y agarré uno de los extremos de la ventana, abriéndola. Me estremecí por el frío, pero no me moví de allí, me quedé quieta, mientras miraba los árboles que formaban un pequeño bosque a la izquierda de la casa. Ellos se estremecían como yo, sus ramas se retorcían y chocaban unas con otras, mientras que las pocas hojas que les quedaban se caían pintando el suelo blanco. Hoy no tenía que hacer nada, nada con lo que entretenerme, nada para ayudarme a pasar otro día.
Llegué hasta la puerta, andaba despacio, quizás demasiado, y frené aún más al llegar hasta las escaleras. Las bajé torpemente, y la luz que entraba de los ventanales me bañó la cara, haciéndola ver más pálida aún.

Cuando pasó una hora, después de haber estado mirando a la nada me levanté del sofá marrón que había apoyado en la pared, y cogí un vaso de agua. Le pegué un pequeño trago, y lo dejé sobre la mesa antes de dar un respingo.
Ya sabía quien era.


Me giré sobre la mesa, y me quedé mirándole allí .El también estaba mirándome desde el otro extremo de la puerta, con una media sonrisa en la cara, tiritando por el frío. Me acerqué despacio. Tenía los brazos cruzados sobre si mismo, al igual que yo.
Tamborileó en la puerta con los dedos, y le abrí.
Entró de un empujón, soltando un taco en voz baja.  

- No coges el teléfono. -explicó- No le contesté enseguida, ni siquiera se si lo hice, no lo recuerdo, no se si quiero recordarlo.
Me encogí de hombros, mientras el no paraba de moverse para entrar en calor.

- Hace frío, ¿eh? -sonreía- Me limité a asentir, mientras que el me atravesaba con la mirada de arriba a abajo, intentando encontrar una explicación a lo que pasaba. Y en realidad, no pasaba nada, estaba cansada.
Así que me esforcé por parecer un poco mas amable.

- Estás tiritando, ahí tienes una manta -sonreí levemente mientras señalaba un rebuño arrugado en el suelo, al pie del sofá.-

Pegó un pequeño salto, se agachó y la cogió. Se quitó la chaqueta que llevaba, y la dejó sobre la mesa mientras se arropaba.

- Va a ser un invierno duro -observé- Me correspondió con una sonrisa, y asintió levemente mientras observaba el salón, descubriendo lo que  había dejado de lado. Además de a el.

Miré el suelo, bajando la mirada.
Me sonrió amablemente mientras yo permanecía sería, y le estudiaba con atención.
Quizás había dejado demasiadas cosas de lado.